Por Roberto Hernández Montoya
"A
la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva".
Jorge
Luis Borges, La Biblioteca de Babel
Es
irracional la idea de que el ser humano es racional. Lo vemos en las conductas
venezolanas en estos días. Hay solo dos bandos: chavismo y antichavismo, porque
ambos giran en torno a un eje único: Hugo Chávez. Los ninís solo confirman los
bandos.
Ambos
radicalizan sus discursos. Unos amenazan con una catástrofe de revolución
arrasada, sin importar las consecuencias sino que nos lleve el Diablo. Cumplen
órdenes y por eso el único auto con derecho a estacionar en la Asamblea
Nacional es el del Encargado de Negocios de los EUA, con Ramos Allup dentro,
modo de decirnos el Imperio: Este es el mío. Otros anuncian anuncios. Hamlet.
Con un discurso cada vez más radical, eso sí.
Surgió
una curiosa práctica: autocriticar a un gentío. Cada quisque tiene su lista de
autocriticables; la mía está a la orden. Buscamos culpables y siempre hallamos,
porque todos lo somos. Pero hay quienes son más culpables. Es tu culpa porque
hiciste una cuña con un arbolito, porque te robaste un taxi, porque interrumpes
la música clásica en Radio Nacional, porque…
No
quiero estar en el pellejo de la dirigencia que condujo 18 victorias de 20 pero
solo se la evalúa por la derrota más reciente.
No
he visto una sola explicación que me convenza del todo y las hay bien
sugestivas. Tal vez la única acertada fue la primera, la del presidente Maduro
a minutos del CNE: «Nos ganó la guerra económica». Cierto, pero ¿por qué no la
aplicaron antes? Es que tampoco el Imperio es racional, el Estado Islámico es
la prueba. En Siria dice que apoya grupos moderados para que combatan el Estado
Islámico, pero lo único que apoya es el Estado Islámico, que, por cierto ¿por
qué nunca ataca a Israel? Es por una duda que tengo.
En
su obra Una noche oriental, Cabrujas, ¡qué falta haces!, dictamina que
la historia es «flujo, reflujo, ola». Jorge Luis Borges, ¡qué falta haces!, lo
ilustra también en el epígrafe: los humanos, en nuestro anhelo vehemente de
hallar uniformidades que expliquen el Todo oscilamos dentro de visiones
simétricas y por tanto opuestas.
Esta
elegante conjetura sería alentadora si no anidara tanta violencia en uno de los
bandos.
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